Evidencia científica, toma de decisiones y políticas públicas

Desde el punto de vista científico la evidencia es lo que nos permite lentamente ir entendiendo mejor el mundo. Les voy a contar una historia. La primera vez que Galileo Galilei apuntó un telescopio a Saturno en 1610 lo que dibujó en su cuaderno fueron 3 círculos: un gran círculo central y dos círculos más pequeños a los costados (oOo). Esa ciertamente no es la forma que tiene Saturno ni es lo que ustedes dibujarían si yo les pido que dibujen a Saturno; sin embargo, eso fue lo que Galileo vio en 1610 con un telescopio muy sencillo. Seis años más tarde Galileo fabricó otro telescopio, mejor que el anterior, y volvió a apuntar a Saturno. Esta vez su dibujo cambió y si bien no dibujó un planeta con un anillo, dibujó algo más parecido a la idea que tenemos hoy de Saturno. Medio siglo después otro astrónomo, el holandés Christian Huygens, fabricó un telescopio todavía mejor que los de Galileo y nuevamente apuntó a Saturno. Lo que Cristian Huygens dibujó era un planeta con un anillo. Finalmente habíamos comprendido la forma en que tenía Saturno.
En esta historia, la calidad de la evidencia científica va de la mano de la tecnología que permitía fabricar telescopios. Así, entre mejor era el telescopio, mejor también era la calidad de la evidencia, lo que lentamente nos permitió entender mejor la forma de Saturno. Por otro lado, esta historia también es una lección muy importante con respecto a la naturaleza de la ciencia. La ciencia no es la verdad, la ciencia es un mecanismo que tenemos (probablemente el mejor) para tratar de entender el mundo, para ir reduciendo la incertidumbre con respecto a la naturaleza de las cosas. Es más un ejercicio intelectual que una bolsa con respuestas. Así científicas y científicos deben estar preparados permanentemente para renunciar a una conclusión antigua y abrazar una nueva cuando algo tan sencillo como una revolución tecnológica nos permite tener un mejor instrumento y brindarnos una visión más correcta del mundo. Esta visión de la ciencia contrasta un poco con esta idea de que la evidencia nos puede guiar como un faro en la oscuridad a través de la toma de decisiones sin el riesgo a equivocarnos. Sin embargo, sabemos que no es así.
Hay una historia qué dice que un granjero que estaba a cargo de un plantel lechero tenía serios problemas con la producción de leche. Según sus cálculos debería estar produciendo una determinada cantidad de leche, pero hiciera lo que hiciera apenas conseguía llegar a la mitad de ese número. Cambió el alimento, la luz y otras condiciones en el crecimiento de sus animales, pero hiciera lo que hiciera no conseguía mejorar la producción de leche. Algo abatido por este resultado decidió recurrir a la ciencia y se dirigió a la Universidad local para pedir ayuda. En ese momento se reunió con el rector de la Universidad y juntos decidieron armar una comisión de expertos para tratar de ayudarlo con su problema. Después de varios meses este comité de expertos consiguió llegar a una solución y se reunieron con el agricultor. El agricultor evidentemente estaba muy emocionado de poder tener por fin una respuesta así que se mostró bastante ansioso por el resultado que iban a comunicar en ese momento el físico a cargo del comité de expertos le dijo efectivamente hemos encontrado una forma de aumentar la producción lechera en un 30% el agricultor emocionado exigió conocer inmediatamente el plan, pero el físico le dijo: “tengo que advertirle que esta solución solo funciona con vacas esféricas en el vacío”. La Moraleja de esta elección es que el mundo real es usualmente más caótico y complejo que el mundo en un laboratorio. Muchas veces lo que funciona en una placa de cultivo o en un animal de laboratorio no va a funcionar en un ser humano o en el mundo real y mucho menos en una comunidad.
Lentamente la idea de que la política puede estar basada en la ciencia fue quedando de lado y el día de hoy se reconoce que la toma de decisiones y la generación de políticas públicas debería estar informada en la evidencia, pero sería demasiado inocente pensar que la evidencia científica va a zanjar una discusión que muchas veces tiene que ver con el dinero, con los valores, con la cultura o con otros factores que están asociados a la toma de una decisión. Hoy ya no se habla tanto de política basada en evidencia, sino que de política que está informada en la evidencia. Así, la evidencia científica es otro de tantos factores que influyen en la toma de decisiones; factores entre los que se encuentran la temporalidad de una decisión, el entorno social, cultural, las prioridades y la disponibilidad de recursos económicos. Por otro lado, existen algunas instancias en las que la evidencia científica debería hacernos actuar de manera urgente. Es lo que ocurre, por ejemplo, con la crisis climática. Sabemos desde hace muchísimo tiempo que la acumulación de dióxido de carbono en la atmósfera de nuestro planeta causa el aumento gradual en la temperatura y ese mismo dióxido de carbono disuelto en las aguas de los océanos produce la acidificación de estos, afectando a la vida submarina. A pesar de que la evidencia es abrumadoramente clara con respecto a estos puntos y la asociación que existe entre el aumento global de la temperatura y el uso de combustibles fósiles, ha costado mucho cambiar la dirección de nuestra forma de generar desarrollo. Los combustibles fósiles siguen siendo hoy los más relevantes para el funcionamiento de las sociedades industriales y a pesar de que conocemos los riesgos asociados a su uso, ha sido difícil generar políticas que den cuenta de acciones más comprometidas y robustas para enfrentar la crisis climática que ya se comienza a sentir en parte importante de nuestro planeta. Este es un caso particularmente urgente y no tiene que ver solo con la evidencia científica, sino que además con las consecuencias que tiene hacer o no algo al respecto.
Así, la narrativa vinculada a las acciones que tenemos que emprender para frenar los efectos del cambio climático no solo deben recurrir a la evidencia científica —que nos muestra que este efectivamente está ocurriendo y que además tiene un origen antropogénico— sino que además debería reforzar en su mensaje las consecuencias que tendría para la vida sobre el planeta el ignorar la evidencia al respecto. Si presentamos la evidencia de manera incompleta, si no logramos persuadir a las personas para que emprendan acciones determinadas, difícilmente conseguiremos hacer cambios.
Es fascinante lo que ocurre con la evidencia científica y cómo se comunican las personas. Por ejemplo, nadie que no se quiere vacunar llegó a esa conclusión leyendo literatura científica, no es una decisión basada en la evidencia y por lo tanto pretender cambiar esa idea con respecto a las vacunas usando la evidencia científica parece un ejercicio fútil, porque en primer lugar la decisión de no vacunarse no fue tomada usando la evidencia científica. No tiene que ver con falta de conocimiento, tiene que ver con una actitud con respecto a algo y en ese sentido los hechos y la evidencia científica son solo una parte de la narrativa; el resto se vincula más bien con una cierta empatía intelectual, una que permite ponerme en el lugar del otro y entender por qué no quiere vacunarse.
Hoy la sociedad exige mayor participación y tiene sus propias ideas con respecto a la ciencia y el impacto que la evidencia científica tendrá en sus vidas. En ese sentido y para dar cuenta de las demandas ciudadanas, es importante establecer puntos de encuentro donde científicos y la comunidad puedan compartir y discutir sus visiones con respecto al bienestar y futuro de nuestra sociedad. La evidencia científica ciertamente es relevante, pero para persuadir a las personas se requiere más que hechos.
El mundo es un lugar complejo y caótico y tratar de anticipar las consecuencias que tendrá una decisión en particular resulta casi imposible, por lo que es importante escuchar a quienes son afectados por esas decisiones e intentar corregir y afinarlas en el camino. Esa es probablemente la única forma de construir un futuro mejor y con mayor bienestar para la mayor parte de las personas.
Por: Dr. Gabriel León, comunicador científico